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Comer insectos nos dio grandes cerebros

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Los primates somos los animales con el cerebro más grande, en relación al tamaño del cuerpo. Nosotros los humanos somos los primates con el cerebro más grande. Se cree que el tamaño está relacionado con la alta sociabilidad de los primates, frente a los demás mamíferos. Pero claro, semejante cerebro trae aparejada una inmensa demanda de energía, de alimentos para mantenerlo funcionando.

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Un nuevo estudio de investigadores de la Universidad Washington, Estados Unidos, sugiere que la habilidad para poder aprovechar alimentos ricos en calorías como los insectos podrían haber sido la clave para permitir el aumento en el tamaño del cerebro de los primeros primates, grupo originado hace unos 75 millones de años.

“Nuestro trabajo sugiere que buscar insectos cuando los alimentos eran escasos podría haber contribuido a la evolución cognitiva de los homínidos y sentar las bases para la utilización de herramientas”, dice Amanda D. Melin, antropóloga y principal autora del estudio.

Los autores se refieren al grupo de los homínidos, que dentro de los primates son los que tienen el cerebro más grande, en relación al cuerpo. Nosotros somos los últimos supervivientes, los demás miembros de este grupo de primates bípedos se extinguieron.

El estudio, publicado en Journal of Human Evolution, se realizó entre los monos capuchinos en Costa Rica. Se los observó durante cinco años. Según los autores, el desafío creativo de poder descubrir y cazar insectos, o algunos otros alimentos enterrados, complicados, habría ayudado al desarrollo de las habilidades sensomotoras, como por ejemplo la agilidad manual, el uso de herramientas, la resolución innovadora de problemas, etc.

Al parecer, los alimentos de reemplazo o de último recurso, que vendrían a reemplazar a los que ingieren habitualmente, ya sea por escases de temporada, o por algún evento inusitado, serían un motor importante en la evolución de los primates.

Se sabe por otros estudios que este tipo de alimentos plan B han incluso dado forma al cuerpo de primates, como por ejemplo dientes gruesos, mandíbulas fuertes, y los sistemas digestivos especializados en primates que tenían como plan B a una dieta fuertemente vegetariana.

Así es que si el alimento plan B es uno rico en calorías, como por ejemplo los insectos, o la carne, podría haber sido un motor importante a la hora de dar forma a la evolución del cerebro primate.

Los monos capuchinos de Costa Rica, por ejemplo, son muy pequeños, pero su cerebro es muy grande, en relación a su cuerpo. Acceder a insectos ricos en calorías escondidos entre la corteza de los árboles, es una tarea demandante cognitivamente, pero aporta una recompensa muy rica en proteínas y calorías, que son el combustible que necesita ese devorador que es el cerebro.

Todos los capuchinos usan herramientas, algunos más, otros menos. Herramientas simples, como por ejemplo un palito para hacer subir insectos y comerlos, sin sufrir las picaduras que implicaría agarrarlos con la mano directamente. Pero al parecer, los más habilidosos e ingeniosos a la hora de conseguir alimentos complicados, son los que dependen más de alimentos de temporada ricos en proteínas.

El estudio, lo que sugiere, entonces, es que el depender de una dieta de insectos elusivos puede haber sido un factor clave en el desarrollo de habilidades que requerían una amplia capacidad cognitiva, y por ende un motor de selección en la evolución del cerebro primate, y humano.

 

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