Las carreras armamentísticas parece ser que son algo genético en los primates, entre los cuales se encuentra nuestra querida especie Homo sapiens. Y es que han descubierto que en el genoma de los primates ha ocurrido una “carrera armamentística” entre elementos rivales que condujeron la evolución de las complejas redes regulatorias que orquestan la actividad de los genes en cada célula de nuestro cuerpo.
Según un estudio publicado en Nature, esta competencia ocurrió entre secuencias de ADN móvil, conocidas como retrotransposones o genes saltarines, y los genes que es han evolucionado para controlarlos.
Científicos de la Universidad de California, Estados Unidos, han identificado genes en los humanos que fabrican proteínas represoras que “apagan” a estos genes saltarines. También lograron rastrear la rápida evolución de estos genes represores en el linaje primate, nuestro linaje.
Según el estudio, el genoma primate ha pasado por repetidos episodios en los cuales las mutaciones en estos genes saltarines les permitieron escapar al control de los genes represores, lo que a su vez disparó una presión evolutiva en los genes represores, y así ocurrió la carrera armamentística genética.
Lo interesante de todo esto es que estos genes represores, que originalmente evolucionaron para controlar a estos genes saltarines, han ido tomando otros roles regulatorios dentro del genoma primate.
“Tenemos básicamente los mismos 20 mil genes que codifican para proteínas que una rana, sin embargo nuestro genoma es mucho más complicado, con más capas de regulación de genes. El estudio ayuda a explicar cómo es que ocurrió esto”, dice Sofie Salama, una de las investigadoras del estudio en cuestión.
Se cree que estos retrotransposones o genes saltarines, son remanentes de antiguos virus que infectaron a los primeros animales e insertaron sus genes dentro del genoma, mucho antes de que los humanos apareciesen sobre el planeta, hace al menos unos 2 millones de años.
Ahora, los genes saltarines sólo pueden replicarse a sí mismos dentro del genoma. Dependiendo de dónde quede insertada una nueva copia dentro del genoma, uno de estos eventos de salto pueden perturbar a los genes normales y causar enfermedades.
Por lo general el efecto es neutral, y simplemente aumenta el tamaño del genoma. Muy raramente el efecto se vuelve ventajoso, principalmente porque el ADN agregado puede ser una fuente de nuevos elementos regulatorios aumenten la expresión génica.
Pero como existe una alta probabilidad de que estos eventos de salto sean malignos, la selección natural suele favorecer la evolución de mecanismos que los eviten.
Según estiman los genetistas, los genes saltarines o transposones son el 50 por ciento del genoma humano, y dentro de estos, son los retrotransposones los más comunes.
Fuente: University of California